Traigan muestras de Marte

Una complejísima operación espacial ansiada desde hace décadas por los científicos y sistemáticamente recogida como objetivo a medio plazo en los planes de la NASA es la toma de muestras en Marte, pero no para analizarlas allí, como se hace ahora, sino para traerlas a la Tierra. La ventaja serían los estudios exhaustivos que se realizarían de los pedacitos del planeta vecino con toda la batería de la instrumentación más moderna disponible. La complejidad de un programa así —incluso tratándose de misiones con robots, no de astronautas— abarca desde la misma toma de las muestras y su encapsulación, el lanzamiento desde Marte al espacio, la recuperación en la Tierra o en sus proximidades hasta las medidas de bioseguridad que garanticen el total aislamiento de las muestras extraterrestres en sus manipulaciones y análisis.


Se han hecho planes detallados sobre estas operaciones, que siempre han acabado, no canceladas, pero sí pospuestas. Ahora, dos instituciones científicas estadounidenses instan a la NASA a dedicar a los primeros pasos de este programa de traída de muestras el próximo vehículo rodante en el planeta rojo, el sucesor del Curiosity, que la agencia espacial ya ha aprobado para 2020. La Sociedad Americana de Astronomía (AAS) y la Sociedad Planetaria han declarado en un comunicado conjunto: “La NASA ha dado pocos detalles sobre el plan del nuevo rover y no está claro aún si será capaz de recoger muestras de rocas marcianas para traerlas a la Tierra. La mayoría de los planes para traer dichas muestras son multifase”. Y ellos reclaman precisamente que el futuro Curiosity dé por fin este primer paso.



Pero las dos instituciones denuncian que con el presupuesto recortado en 2013 de la División de Ciencias Planetarias de la NASA y el escenario financiero diseñado por el presidente Obama para los próximos cinco años, no se pueden acometer los objetivos de la actividad de exploración del Sistema Solar. Esa división, en concreto, tiene este año 228 millones de euros menos que el año pasado y las dos sociedades científicas instan al Congreso a recuperar ya el presupuesto anterior de 1.107 millones de euros y a mantener estable esta cifra durante un lustro.
Mientras tanto, el Curiosity, cuyo éxito empujó a la NASA a dar luz verde a su sucesor, ha empezado la operación de perforación de una roca en el suelo marciano. El pasado fin de semana, el robot utilizó su taladro como percutor sobre una roca para comprobar si los cálculos de funcionamiento del aparato son correctos. Ahora tiene que hacer una perforación de ensayo antes de realizar la primera de toma de muestras, según han explicado los expertos del Jet Propulsion Laboratory. El principal objetivo del Curiosity es investigar si en el entorno del cráter Gale, en el que está, ha habido en algún momento condiciones apropiadas para la vida. La exploración de Marte, por mucho éxito que tenga el Curiosity, tiene que dar pasos aún más ambiciosos.
La AAS y la Sociedad Planetaria piden que se hagan realidad las recomendaciones del Consejo Nacional de Investigación (NRC) recogidas en su Perspectiva para una década. La operación para traer a la Tierra muestras de Marte ha sido defendida por la comunidad científica desde hace 30 años, sintetiza el documento, y recuerda, además, que “para reducir el coste y el riesgo de la futura exploración humana harían falta precursores robóticos para obtener información sobre recursos y riesgos, para comprobar tecnologías y sistemas de vuelo así como para desarrollar infraestructuras de apoyo de cara a futuras actividades humanas de exploración”.
Pero la traída de muestras tiene interés científico por sí misma, no solo como un paso previo necesario hacia los viajes humanos interplanetarios. El análisis de muestras marcianas cuidadosamente seleccionadas es importante “para comprender Marte en el contexto de la evolución del Sistema Solar y para abordar la pregunta de si ha habido alguna vez vida allí”, señaló el NRC en 2011. Esta estrategia soslaya las limitaciones de los análisis realizados en Marte debido a la actual miniaturización insuficiente de los instrumentos de laboratorio y las restricciones de masa y tamaño que imponen los cohetes con los que se lanzan las sondas y vehículos al espacio.
Para ir a por trocitos del planeta rojo primero hay que decidir qué tipo de fragmentos se recogen y seleccionar cuidadosamente el lugar más apropiado; luego hay que dirigir hacia allí un robot con suficiente movilidad y capacidad de muestreo teniendo en cuenta la composición química de las rocas, la mineralogía, las texturas, etcétera. Los expertos han estudiado ya hasta cómo deberían ser las muestras de roca y de polvo, de entre dos y 20 gramos, determinando su cantidad mínima en casi 40. Todas las muestras han de ser aisladas y selladas.
En cuanto a vehículos espaciales necesarios, la logística más realista recomienda tres: un rover en la superficie de Marte para recoger y preparar las muestras; un segundo robot que se haga cargo de ellas, y las meta en otro módulo que lanzará al espacio para que se acople a un tercer aparato en órbita marciana; este último será el que viaje hasta la Tierra con las rocas. Varias de las tecnologías necesarias ya han sido probadas (reentrada en la atmósfera terrestre y descenso al suelo, por ejemplo) y otras (preparación de las muestras, su envío a la órbita marciana y acoplamiento con el vehículo de regreso) han de desarrollarse, apunta el NRC.
Pero los retos no están solo en la fase espacial del programa, sino también en el manejo de las propias muestras, no solo para evitar la contaminación terrestre de las mismas (lo que invalidaría los análisis), sino también para evitar cualquier riesgo para los terrícolas, por lo que las medidas de bioseguridad han de ser extremas desde el primer contacto con las muestras en nuestro planeta y en los laboratorios donde se guarden y analicen.


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