Rubin, una de las galaxias más inmensas del universo

Todas las estrellas que vemos en el cielo están dentro de la Vía Láctea, en una región próxima al sistema solar. Son una ínfima parte de toda una galaxia espiral barrada, un sistema de alrededor de 130.000 años luz de diámetro (en comparación, la distancia entre el Sol y Neptuno es de 0,00047324 años luz), que da cobijo a varios cientos de miles de millones de estrellas y de planetas. Según los últimos cálculos, toda la Vía Láctea pesa 1,5 billones de masas solares. Entre toda esta masa, por cierto, el 90% no está en forma de estrellas, de polvo ni de gas, sino que es materia oscura.


La Vía Láctea es una galaxia grande, en comparación con otras, pero las hay todavía más monstruosas. Esta semana, se ha publicado una imagen, captada por el telescopio espacial Hubble, de la que puede ser una de las galaxias más gigantescas del universo local, aquel que está situado en el vecindario de la Vía Láctea. Se la podría llamar «Godzila», según han sugerido en un comunicado de la NASA, pero su nombre oficial es UGC 2885 o galaxia de Rubin, en honor de la astrónoma Vera Rubin. Esta mole es 2,5 veces más larga que la Vía Láctea y tiene 10 veces más estrellas. Está a una distancia de 232 millones de años luz.

Un monstruo apacible

Este coloso se esconde «ahí arriba», detrás de una estrella de la Vía Láctea (que aparece en la fotografía del Hubble como un punto muy luminoso). Además, está en la región del cielo situada en la constelación de Perseo.
Rubin, o UGC 2885, es un gigante tranquilo. No tiene pequeñas galaxias que canibalizar a su alrededor, por lo que no está absorbiendo su gas. Esto es relevante porque, normalmente, este gas es un combustible para la formación de nuevas estrellas. Las galaxias grandes se lo «roban» a las pequeñas, formando auténticas corrientes que empujan y calientan esta materia. En ciertas condiciones, estos ríos permiten la formación de estrellas jóvenes y relucientes.
Pero no es el caso de Rubin, según ha dicho Benne Holwerda, investigadora de la Universidad de Louisville, en Kentucky, Estados Unidos. Esta astrónoma, que ha bautizado a la galaxia en honor de su compañera científica, fallecida en 2016, comentó que todo apunta a que Rubin se ha limitó a «chupar» el gas intergaláctico de su alrededor, creciendo de forma lenta pero segura. De hecho, incluso su corazón, un agujero negro supermasivo, está tranquilo, y no emite un chorro al espacio por no estar engullendo gas.
La placidez y el tamaño de esta galaxia ya intrigaron a Vera Rubin en los años ochenta. Por eso quizás, midió la tasa de rotación de este objeto, para estimar su masa. Pero ahora ha sido Benne Holwerda quien ha proseguido con las pesquisas, en este caso a través de observaciones hechas por el telescopio espacial Hubble.

El inexplicable tamaño de Rubin

Holwerda ha tratado de comprender cómo ha evolucionado la monstruosa galaxia, tal como explicó en el encuentro de la American Astronomical Society celebrado la semana pasada en Honolulu, Hawái: «Todavía no comprendemos cómo se hizo tan enorme. Su disco galáctico es tan grande como puede ser sin chocarse contra nada más en el espacio».
El hecho de que UGC 2885 descanse en una región «desierta», le hace pensar que su estructura no ha sido perturbada en mucho tiempo: «Parece que ha estado dando vueltas, creciendo lentamente».

Los crímenes de Rubin

Por si acaso, la astrónoma ha estado buscando rastros de posibles «crímenes» cometidos por Rubin: ¿Y si esta galaxia hubiera crecido a costa de engullir a galaxias más pequeñas, hoy situadas en sus «tripas»?
Gracias a la resolución del Hubble, el equipo de Benne Holwerda está estudiando los cúmulos globulares del halo de esta galaxia, esferas de miles de estrellas situadas en la periferia: según ha señalado la astrónoma, un exceso de ellas podría ser un indicio de pasados eventos de fusión entre galaxias, ocurridos en el plazo de miles de millones de años.

IC 1101, todavía más inmensa

El universo local, donde se encuentra la galaxia Rubin, es como una burbuja donde están todas los objetos astrofísicos en un radio de 1.000 millones de años luz. Estudiar esta región es interesante porque allí podemos ver las galaxias casi tal como están en el presente, al menos en términos cosmológicos. Más allá, en el universo más distante, podemos observar galaxias en su juventud e, incluso, galaxias formadas «poco» después del Big Bang.
En todo el universo observable, aquel cuya radiación podemos captar con nuestros instrumentos y situado a una distancia de hasta 13.800 millones de años luz, la galaxia más gigantesca conocida es IC 1101, un monstruo que mediría hasta dos millones de años luz (sería decenas de veces más larga que la Vía Láctea) y que contendría una masa de 100 billones de estrellas. Esta galaxia, cuyo tamaño es todavía objeto de estudio, está situada en los límites del universo local, a casi mil millones de años luz.

Comentarios

Entradas populares