Diez cosas increíbles que vimos en el espacio en 2017


1- Cassini arde en Saturno











Cassini arde en Saturno

Pocas misiones espaciales han aportado tanto a la ciencia como lo ha hecho esta. El pasado septiembre, la NASA anunciaba la desintegración programada de la sonda Cassini en Saturno después de un viaje de veinte años, trece de los cuales estuvo rondando el planeta de los anillos. Exhausto por la falta de combustible, el artefacto de dos toneladas y media se sumergió en su atmósfera y ardió como un meteoro hasta diluirse por completo. Ha dejado como legado innumerables hallazgos y una gran cantidad de datos que podrán ser analizados durante décadas.


Además, la fatídica inmersión, bautizada como la «Gran Final», fue en sí misma un prodigio, ya que la nave debía adentrarse 22 veces en el hueco de aproximadamente 2.000 kilómetros de ancho que existe entre Saturno y sus anillos. Ningún otro objeto humano había acometido antes semejante hazaña. La sonda fue impactada deliberadamente para evitar que acabara en alguna de las lunas cercanas, especialmente Encélado y Titán, que por sus características son objetivo de posibles exploraciones futuras.

La Cassini ya es una con Saturno. Al filo de las dos de la tarde, y como estaba previsto, la NASA anunciaba la desintegración programada de la sonda en el planeta que ha rondado durante trece años (Así te lo contamos en directo). El artefacto de dos toneladas y media, al que debemos agradecerle un sinfín de hallazgos científicos, se sumergió en la atmósfera del planeta de los anillos, donde ardió como un meteoro hasta diluirse por completo en sus profundidades. Cassini ya no está, pero queda la gran cantidad de datos científicos que ha recopilado y que podrán ser analizados durante décadas.

En la sede del Laboratorio de Propulsión a Chorro (JPL) en Pasadena, California, los científicos de la misión estallaron en aplausos y emocionados abrazos al filo de las dos de la tarde, cuando la señal de Cassini desapareció de la pantalla. El complejo Deep Space Network de Canberra, Australia, fue el último en tener contacto. Era la prueba de que sobre las doce y media, 83 minutos antes (el tiempo que tardan las señales de radio en atravesar los 1.400 millones de kilómetros que nos separan de Saturno), la nave, exhausta por la falta de combustible, había cumplido con su destino. En los ojos de los responsables del proyecto espacial se advertía la tristeza de poner fin a una misión de tanto tiempo y tan fructífera, pero también la alegría y el orgullo del trabajo bien hecho.
No es para menos, porque esta inmersión fatídica era el último capítulo una complejísima acrobacia bautizada como la «Gran Final» que, desde el pasado mes de abril, llevó a la nave a adentrarse 22 veces en el hueco de aproximadamente 2.000 kilómetros de ancho que existe entre Saturno y sus anillos. Ningún otro artefacto humano había acometido antes semejante hazaña. El motivo de impactar deliberadamente la nave contra Saturno era evitar que, sin control alguno, acabara en alguna de sus lunas, especialmente Encélado y Titán, que por sus fascinantes características son objetivo fundamental de posibles exploraciones futuras. La helada Encélado parece contener un océano subterráneo y Titán recuerda a la Tierra con sus mares y lagos líquidos, aunque de hidrocarburos.
Cassini entró en la atmósfera de Saturno a una velocidad de 113.000 km por hora con sus propulsores al 10% de su capacidad, para que la antena de alta ganancia pudiera transmitir datos científicos al menos durante un tiempo. Pero a medida que la atmósfera se iba espesando, los propulsores alcanzaron de nuevo el 100% de su capacidad y la nave ya no pudo mantener el control. Ahí es cuando Cassini comenzó a arder. Se hizo pedazos en treinta segundos y en un par de minutos cualquier material sobreviviente se hundió profundamente hasta derretirse y diluirse por completo.
Pero Cassini murió haciendo lo que mejor supo hacer: ciencia. En los últimos momentos tuvo sus cámaras apagadas, pero ocho de sus doce instrumentos recopilaron datos hasta los momentos finales, transmitiéndolos a los científicos que siguen la misión casi en tiempo real. Estaba previsto que uno de ellos, el Espectrómetro de Masas para Iones y Partículas Neutras (INMS), analizara la composición de la atmósfera, lo que ayudará a conocer cómo se formó Saturno.

«Un nuevo comienzo»

«Es agridulce, pero entrañable, despedir una misión que deja atrás tantísimos descubrimientos que han cambiado nuestra visión de Saturno y nuestro Sistema Solar, y que seguirán moldeando futuras misiones e investigaciones», reconocía Michael Watkins, director del JPL.
Los científicos de la misión examinarán las observaciones finales de la nave espacial en las próximas semanas. Lo que se saque en claro formará parte de la gran cantidad de conocimientos que la Cassini ha proporcionado desde que en 2004 llegó al sistema de Saturno. Entre sus descubrimientos más importantes, el hallazgo de los géiseres helados de Encélado, evidencia de un océano subterráneo que puede tener actividad hidrotérmica, y la composición de los mares de hidrocarburos y la formación de químicos prebióticos complejos en Titán.
«Este es el capítulo final de una misión asombrosa, pero también es un nuevo comienzo», explicaba Thomas Zurbuchen, administrador asociado de la NASA en Washington. «El descubrimiento de Cassini de los mundos oceánicos en Titán y Encélado ha cambiado todo, sacudiendo profundamente lo que creíamos saber sobre lugares sorprendentes donde buscar la vida potencial más allá de la Tierra».

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